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Relatos de cuarentena: Sofía

30 Junio 2020

La cuarentena me está volviendo loca. Vamos a cumplir 2 semanas, pero debo aclarar que mi cuarentena lleva mucho más tiempo; no ha sido siempre obligada por dictamen del gobierno, pero lo ha sido porque mi mamá lo manda.

Nury Ortego-Farré >
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Por Nury Ortego-Farré

No voy a empezar a escribir esto con un “Querido diario” porque nunca, hasta hoy, había querido llevar un diario. Deseché, a lo largo de los años, todos los que recibía en mis cumpleaños: los con candaditos en miniatura, los con la figura de moda e incluso esa ternurita vintage de la gatita blanca que no tiene boca que me dió mi mamá contándome que ella había tenido uno igual. Siempre me pareció ridículo escribir un diario de vida, cliché... pero hoy! Hoy ya no aguanto más, necesito contarle a “alguien” lo que me está pasando. Necesito “decirlo” aunque sea escribiéndolo en un cuaderno.

La cuarentena me está volviendo loca. Vamos a cumplir 2 semanas, pero debo aclarar que mi cuarentena lleva mucho más tiempo; no ha sido siempre obligada por dictamen del gobierno, pero lo ha sido porque mi mamá lo manda. No voy al colegio desde el 16 de marzo, ya ni echo de menos a mis compañeros, nos hemos distanciado, es que yo no soy tan buena para la tecnología y no me gusta tanto el hablar “virtual” así que me auto segrego de las pijamadas por zoom, los grupos de ig y los mensajes de tik tok. Acá en mi barrio todo el mundo sale a la calle, se dan la mano para saludarse, incluso he visto abrazos; son mundos paralelos: mi barrio, las noticias de las que mi papá no se despega y las anécdotas de mi mamá cuando llega del hospital. Mi mamá es enfermera, mi papá está cesante porque mi mamá le prohibió ir a trabajar. Yo paso encerrada en mi pieza sapeando todo por la ventana. Mi mamá tiene convencido a mi papá de lo altamente peligrosa que es esta pandemia y entre los dos idearon un circuito dentro de casa para que no tengamos que toparnos. Mi mamá duerme en el living, es la única que sale de la casa, usa el baño chico; mi papá duerme en su pieza y es el único que entra a la cocina, así que hace todo en la casa, siempre con guantes y mascarilla y lleva los desinfectantes colgando del cinturón como un vaquero de la sanitización; compartimos el baño grande y el que entra lo desinfecta al salir. Yo sólo tengo permitido salir de mi pieza para ir al baño y cuando salgo tengo que avisar a gritos que voy saliendo para que no vaya a ser que por una “oscura casualidad” me tope con mi peligroso progenitor en el trayecto, el mismo que me lleva las comidas en una bandeja y me las deja en la puerta. Es como si estuviera presa; el otro día me dieron ganas de hacer rayitas en la pared para contar los días (algo tan de película como llevar un diario) pero como me pintaron la pieza en el verano me dio cosa arruinar ese esfuerzo. Mi papá dice el triple de garabatos que de costumbre, insulta a cuanto político aparece hablando en la tele, como si lo escucharan. A mi mamá la he sentido llorar a mitad de la noche, me da pena, sé que me echa de menos, yo querría abrazarla y dejar que me pase los dedos por el pelo y las uñas por la cabeza, me encanta cuando mi mamá me rasca la cabeza. Mi papá decía que soy como un gato y que solo me falta ronronear...

La verdad es que estoy triste, esa es la verdad. Y tengo miedo. Todos los días me preguntan cómo estoy, mi mamá, mi papá, mi abuela que me llama por teléfono, la “seño” en las clases por videollamada, todos los días al menos una persona lo pregunta y a todos les contesto lo mismo – Bien - con un tono imperceptiblemente dubitativo (porque se me escapa) y nadie se alcanza a dar cuenta que no estoy bien.

Sin embargo hay una cosa que me sigue dando alegría y es la razón por la que empecé con este “diario”, a lo que quería llegar: mi vecino. Debo confesar que soy un poco copuchenta y que antes de la pandemia ya sapeaba por la ventana, no tanto como ahora pero igual. Y mi ventana da para el patio de la casa de al lado, veo como en diagonal un pedazo de patio y la calle. Mi vecino se llama Sebastián, su mamá le dice Seba, yo a veces ando sola repitiendo en susurros y entre suspiros “Seba... Seba” como un mantra, como llamándolo y me descubro a mi misma y me pongo roja como tomate, lo sé porque me arden mucho las mejillas. Era mi amor platónico, nunca me pescaría (pensaba yo) porque es mucho mayor que yo... tiene 17 y yo recién cumpliré 14 la próxima semana. Muchas veces durante mi encierro lo veía, él tampoco sale de su casa, es decir, sale al patio pero no a la calle. Está todos los días al menos un rato afuera, pero nunca a la misma hora así que yo tengo que estar muy atenta. A veces lee, cuando lee usa lentes... y lo amo. Otras veces le da botes a una pelotita de tenis, no tiene pinta de muy atleta pero ay no sé, yo le daría el primer lugar en todo... porque lo amo. Y cuando toca guitarra... lo amo, lo amo, lo amo. 

Bueno, como me estoy volviendo loca con el encierro (ya lo había dicho?) a veces me pongo a imaginar cosas, las que me imagino en la noche no las diré por si mi mamá o mi papá encuentran este cuaderno (porque si leyeran algo así, si lo supieran, yo no podría volver a mirarlos a la cara, no, que vergüenza); pero en el día... resulta que yo estaba pensando en escaparme de la casa, me acordé que cuando chica mi papá me mostraba monos que él veía y había uno que me encantaba porque andaba con un palito con una mantita con sus cosas amarradas, me estaba riendo sola imaginando que salía con el palito al hombro nada más que a hacer un picnic al patio vecino pero me fui entusiasmando y quise ver si podía separar un poco los barrotes de la ventana, pensé que si los separaba lo suficiente, salía y después volvía a entrar y los juntaba de nuevo, nadie se iba a enterar; estaba en eso, tratando de doblarlos, jurándome Hulk (hasta creo que los enchuequé un poco) cuando salió el Seba y me pilló totalmente desprevenida. - Hola - me dijo. No me quedó otra que responderle, pero sentí que la voz me salía como para adentro  y los cachetes me hervían. Cerré la ventana tan rápido que me apreté el dedo y me puse a llorar por la vergüenza y por el corazón que se me aceleró tanto que no podía respirar bien y casi vomito de tan feliz. Me ha dolido la guata todos los días desde entonces. No volví a abrir la ventana, pensé que si me hablaba más me iba a hacer pipí. Desde ese día cada vez que salía me miraba y me sonreía, y empezamos a tener conversaciones gestuales a través de la ventana. Al principio me hacía gestos para que la abriera pero yo nunca cedí. Hasta le mostré un cartel escrito con mis plumones mas bakanes que decía #novoyaabrir, se rió mucho con mi cartel. 

Hace como 2 semanas, estábamos en nuestra rutina de mímica cuando empezó a acercarse cada vez más, hasta que se puso pegado a la ventana y me hizo un gesto con el dedo para que yo también me acercara, para que me acercara más y más hasta que quedé con la cara pegada al vidrio y entonces rápidamente el también puso su cara pegada al mismo vidrio y juntamos nuestras bocas, por un lado del vidrio sus labios y por el otro los míos, y juro que sentí la calidez de su piel, sentí un ardor, sentí que la boca me quemaba y sentí como un calambre en la guata que me llegó hasta abajo. Sudé y mi cabeza se me figuraba una olla a presión, hasta podía ver los vapores que emanaba mi cráneo. Creí que me iba a desmayar así que después de la eternidad de mi primer beso, despegué mi boca de la ventana y al mismo tiempo él también lo hizo en sincronía perfecta. Me toqué los labios con las yemas de los dedos, los tenía calientes y me picaban, tenía hormigueos por todo el cuerpo. Él me miraba a los ojos y me sonreía. Puso su mano en la mía que aún tenía apoyada y sentí que me acariciaba. 

Me dedicó una última radiante mirada desde la puerta de su casa justo antes de entrar. El corazón me iba a estallar. Cuando despabilé me tiré a la cama de espalda y me paré de inmediato, di saltos, reí a gritos y canté todo el resto del día. Me imaginaba los titulares del día siguiente:

“Jovencita muere de un ataque después de recibir su primer beso envidriado”

Increíble hallazgo, su padre la encontró tirada al lado de su ventana con el pecho casi 7 cms desplazado hacia adelante y los labios completamente quemados. Se cree que el corazón le latió  tan fuerte que le corrió las costillas y por un proceso químico aún en investigación su boca hizo autocombustión hasta carbonizarse por completo.

Dejó de importarme estar encerrada.

Entonces decretaron la obligatoria. 

Al día siguiente salió con una pizarra blanca que decía #abrelaventana y no me atreví. Mi papá andaba en el segundo piso y además habíamos almorzado ensalada chilena y yo tenía aliento a cebolla. 

El viernes ya no salió y desde entonces sí que han estado todos encerrados.

Aún despierto todos los días con los dedos sobre los labios que todavía me cosquillean. Sueño con él. Practico besos en la ventana. He dejado las cebollas al costado del plato alegando que no me he sentido muy bien de la guata. A pesar del frío mantengo mi ventana semi abierta todo el día y un cartel, #voyaabrir. Se abrió su puerta... es él. Fue a botar la basura. Me está mirando... me sonríe... viene hacia acá...

Ilustración por @marsch_ilustraciones_design

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